4.8.11

de comezones

estando en brazos de él... él, que entendía lo que sentía; él, que sabía cómo hacerla sentir; él, solo él... no había nada más que podría pedir, no había nada más que necesitara, nada, su alma, metalera como era, había podido satisfacerse al máximo, ahora no tenía que ocultarse de nada ni de nadie.

pero... siempre había un pero, siempre habría un problema. pero. ahora resulta que, con todo y la felicidad que sentía a su lado, con todo y lo feliz que le hacía, había una cosquilla que no le dejaba en paz, estaba ahí, era persistente. regresó entonces, regresó con su gente, la tomaron de nuevo en brazos y aquél la acarició, apenas la rozaba con los dedos. suspiró. no, no era ello, no era lo que necesitaba, no era suficiente, ella necesitaba más que solo eso...

salió entonces, salió a las calles, salió a caminar, salió a recorrer el mundo y encontrar algo que le quitara aquella picazón, aquellas cosquillas que no le dejaban en paz. pero el mundo no le dio solución. no era el pop, no era el jazz, no era incluso el reggae. su desesperación llegó a tal que fue incluso a ver con aquellos sonidos que tanto su familia como su nuevo amor le criticarían, pero no podía lograrlo, no podía sacárselo de encima, aquella cosquilla que le decía, le pedía, casi le exigía algo más.

harta de seguir buscando, desesperada no no encontrar nada, rendida al fin, regresó.
él, sin decir nada, sin reprochar su ausencia, sin nada más, la tomó en brazos, y casi con delicadeza la rasgueó, ahí estaba aquella cosquilla de nuevo. sintió las cuerdas vibrar, lo cual no ayudaba a la comezón que sentía. pero él, casi adivinando el porqué se había ido, encontró lo que le quitaría las cosquillas, ¡y todo fue tan sencillo! ella suspiró, dejándose envolver en aquel espiral de música, en el torbellino de ritmos, todo podía regresar a la normalidad, podía volver a ser feliz, solo necesitaba, para quitarse la comezón que sentía con el vibrar de la música; una plumilla, que rasgara sus cuerdas.